Mostrando entradas con la etiqueta Filosofadas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Filosofadas. Mostrar todas las entradas
11.08.2013

Sobre Blur, Beck y lo que de verdad importa

Foto vía Rockaxis

Hace mucho que no escribo sobre un show, no pretendía hacerlo y esto no es una reseña en lo absoluto, pero aún así necesité pasar a limpio y dejar por escrito algo que anoche me hizo click.

Yo no soy la más fanática de Blur. Me encantan, los amo,lloré a pesar de no ser de las que normalmente llora en los conciertos, soñé demasiados años con verlos en vivo y el de ayer fue uno de los mejores shows de mi vida por lejos, pero aún así, en verdad no entendía por qué estaba tan emocionada respecto a todo ello y lo mismo me pasaba con Beck.

Hablando bien en serio a pesar de que grité, bailé y canté de memoria la mayoría de los temas, soy tan mala para los nombres que ni siquiera los de las canciones me aprendo bien y me encontré a mí misma muchas veces preguntándome cómo mierda se llamaba esa que estaban tocando. 

Por eso y por el hecho de que nunca he comprado un disco de ninguno de ellos, no los escucho regularmente ni sé decirte con propiedad cuál es el mejor álbum de su carrera, la emoción y expectativa que tenía - y que no entendía - ante este show me parecía un poco como una traición o una ofensa a la de los verdaderos fans.






La cosa es que de pronto ahí, precisamente en el momento en el que sonó To The End - una de las pocas canciones de Blur de la que nunca jamás se me olvida el nombre y que probablemente sea mi favorita de ellos - me acordé de la primera vez que ka escuché. No sólo eso, sino que además me acordé de cuántos años tenía y lo que estaba pasando en mi vida en ese momento y ahí fue que me di cuenta por qué me importaba tanto.

No tenía nada que ver con las canciones que más me gustaban o lo mucho de su discografía que conocía, se trataba de que esta música era para mí el inicio: Esto era lo que sonaba cuando descubrí el amor por la música que, literalmente, me trajo hasta donde estoy hoy.

Verlos, escucharlos, recordarlos, era recordar la época en la que empecé a convertirme en quien soy hoy, en lo que hago, en lo que amo y en lo que busco.

Con Blur, Beck y muchos más fue que empezó todo para mí y el verlos por fin, después de honestamente haber creído que jamás tendría esa oportunidad era la culminación de eso: El sueño máximo de la yo de hace 13 años.

Estoy segura que ya lo sabía, pero obviamente me hacía falta recordar que amar la música no se trata de cuántas canciones te sepas, de cuántos discos tengas en tus repisas, a cuántos conciertos hayas ido o cuántos datos útiles o no conozcas de memoria respecto a ello. 

Se trata nada más de ese momento en el que escuchas una canción, una letra o hasta un sólo acorde y todo dentro de ti se revuelve. 

Amar la música es simplemente darte cuenta, apreciar y agradecer todo lo que ella puede hacer por ti.

El resto no son más que extras. 
9.11.2013

En la memoria también se vive

Pensé mucho en si escribir esto o no, más que todo porque sentía que no me correspondía siendo que no soy más que una visitante en este país y todavía hay demasiado que no entiendo, ni mucho menos conozco sobre su historia.

Sobre esta historia.


Al final caí en cuenta que no se trata de mí, si yo lo viví o no, ni de mi experiencia personal sino de la de ellos, y puesto que siento que toda vida humana tiene valor esta no sólo merece, sino que debe ser recordada. Así sea por aquellos que, al igual que yo, nunca tuvimos nada que ver con su relato.

Porque así como, vaya a donde vaya, me rehúso a olvidar las tragedias de mi país, también siento que cada una de las 3.065 personas muertas o desaparecidas durante la dictadura de Pinochet en este lugar que yo he tomado prestado en mi corazón por un tiempo, no sólo pisó este mundo sino que tiene nombre, apellido, familias y amigos, y sólo por eso, importan.

Al final me di cuenta que de eso se trata, de recordar. De hacerles saber donde quiera que estén que su destino, su lucha y su experiencia importa y seguirá importando.

Mientras escribía las crónicas de los Hijos de la Dictadura conocí mucho que no sabía sobre todo aquello que empezó hace ya 40 años. Esos relatos hicieron eco en mí, y por eso también he querido seguir ahondando en ellos, porque así como yo soy ignorante también lo son muchos, y aunque precisamente por esa gran ignorancia muchas veces me quedo callada, siento que en este caso no se trata de estar ni de un lado ni de otro.

Quizás ese sea el error de muchos, puesto que esto no tiene que ver con colores ni ideologías sino con hechos.

Mientras haya gente dispuesta a olvidar, a callar, e ignorar lo que ocurrió, esos 3.065 y aquellos que sí se empeñan en mantenerlos presentes nunca van a tener la justicia que merecen y que tanto necesitan para sanar o avanzar como muchos han querido exigirles.

Puesto que en la vida uno puede perdonar, pero nunca, jamás, olvidar.

Y todos podemos recordar.


7.25.2013

Yo aborto el 25 de julio



Mi mamá tenía tres meses de embarazo cuando le diagnosticaron rubeola. La enfermedad en sí no es nada muy grave pero sí lo es cuando se tiene a un bebé en el vientre. 

Antes de sugerirle un aborto terapéutico el médico le explicó todo lo que podía salir mal con el embarazo: Retardo mental, ceguera y toda una lista de malformaciones congenitas, incluso, un aborto espontáneo o nacimiento prematuro. La respuesta de mi mamá fue que si uno no desecha a un niño ya nacido que se enferma, ella no tenía por que abortar al suyo que aún era un feto.

3.05.2013

Colorín Colorado, Este Cuento No Se Ha Acabado



Sé demasiado bien que este es un tema sensible, así que antes que nada quiero aclararle a todos aquellos que se están preparando para descalificar todo lo que diga al respecto por no vivir en Venezuela que, aunque ya no estoy allá, ello no borra ni difumina los trece años del gobierno de Chávez que viví, no quita que mi familia, mis amigos y las personas que más quiero en el mundo aún estén allá, ni tampoco elimina el hecho de que, al igual que millones, no tengo recuerdos de una Venezuela sin Hugo Chávez. 

Hecha ya esa acotación, prosigo a la razón de ser de este post: Recordarles y asegurarles que, aunque Chávez haya muerto, esto no se ha acabado.

La verdad es que mis recuerdos relacionados al país pre Chávez son mínimos y en su mayoría no tienen nada que ver con el tema. Lo único que recuerdo referente a la política por aquellos tiempos es que Caldera se encadenaba y no me dejaba ver los Power Rangers, o algún otro programa de esos que me gustaban. Mas con tan sólo un poco de lectura o una conversación con gente que sí tiene recuerdos al respecto cualquiera puede darse cuenta que Venezuela nunca fue un país próspero y feliz como esos cuentos de hadas que a muchos les gusta inventarse.

Estoy segura que muchos de los que me leen por aquí son, al igual que yo, hijos de la clase media/alta que antes de Chávez se quedaba con todos los privilegios. Entiendo que quizás para ustedes, e incluso para sus padres o hermanos mayores, la Venezuela pre Chávez sí fuera ese país de fantasía al que regresábamos de Estados Unidos con maletas llenas de ropa y juguetes tras haber pasado tres semanas visitando Disney, Miami y Nueva York, porque el dólar era muy barato, todo era fácil, los sueldos alcanzaban para todo, el mundo era un lugar mejor y éramos felices.

Pero lo cierto es que para la gran mayoría del país, la cosa no era tan linda, y si no me creen al menos dense un paseíto por Wikipedia o algún librito de historia venezolana. Después de todo, por alguna razón tenía que salir Chávez elegido ¿No?

Tenía nueve años el día que Chávez entró al poder por primera vez. Mis papás votaron por él, al igual que muchos de los que hoy se le oponen, ellos veían en Chávez una esperanza para acabar con los problemas que tenía el país: Inflación, inseguridad, corrupción, resentimiento social, una mayoría olvidada por el gobierno y unas riquezas absurdamente mal distribuidas. ¿Les parece conocido el cuento?

Para muchos hace catorce años Hugo Chávez era el salvador, el que por fin le traería igualdad a un país que durante años se vio dividido por una guerra de clases sociales y la creencia de que "el que es pobre es pobre por vago"; el que se acordaría de aquella gran mayoría que vivía olvidada por no tener lo suficiente como para comprarle un Baby G a la hija en navidad, esos a los que nadie les había prestado atención sino era al momento de recaudar votos.

A pesar de lo exagerados que son los cuentos de terror de los chavistas respecto a “la tercera y la cuarta” tampoco estaban taaaaaan alejados de la realidad.

Entonces aquí les digo a todos aquellos que están celebrando porque “Venezuela hoy acaba con esta pesadilla que fue Chávez”, porque “nos libramos por fin del demonio”, porque “el hijo de puta ese ya está en el infierno que se merece” y ahora sí que Venezuela va a surgir y ser linda, va a volver la Harina P.A.N., no va a existir Cadivi, las armas van a desaparecer por arte de magia junto con los delincuentes, los chavistas van a reflexionar y darse cuenta de sus “errores” y todos nos vamos a tomar de las manos y saltar sobre el arcoíris porque #HAYUNCAMINO: No se emocionen tanto, porque esto es apenas un punto y aparte en la historia.

A Venezuela no lo va a salvar de la noche a la mañana ni Obama, ni Capriles, ni la ONU ni la oposición, ni siquiera la Virgen María, los babalaos o Kurt Cobain, porque nuestros problemas van mucho más allá de quién nos gobierna y existen desde hace mucho más que catorce años. 

El problema de Venezuela no se resuelve con el que vaya a ocupar ahora Miraflores, y mientras sigamos creyendo en fantasías y cultivando esa mala memoria que nos sigue caracterizando - y jodiendo - no habrá nada, ni nadie que podrá socorrernos.

2.15.2013

Cómo salir de la friendzone


A todos nos gusta tener vida sexual, romance y alguien que nos preste atención y nos dé cariño. Todos nos hemos encontrado con rechazos en la búsqueda de estas cosas. Todos hemos sentido alguna vez que quizás no somos suficientes, que el mundo es injusto y que esa persona debía haber terminado con nosotros. Sin embargo, no todos tenemos por qué ser unos niñitos malcriados y pasar el resto de la vida quejándonos de ello.



Si pensaste que Summer es la perfecta perra, lo más seguro es que haya un nice guy viviendo dentro de ti.

En mi vida me he topado con más "nice guys" de los que me gustaría, muchos han sido mis amigos, uno por ahí fue mi novio y otros más han sido arrejuntes pasajeros. Siempre hay algunos mucho más memorables o desagradables que otros, pero no es momento de contar mis experiencias pasadas y aunque estoy segura que este drama no es uno al que nos hemos tenido que enfrentar solamente las mujeres, en esta ocasión quiero dirigirme sinceramente a ustedes, miembros del sexo masculino, chicos, hombres, amigos, compañeros.

Ustedes, que han sido “friendzoneados” toda su vida, ustedes, que a pesar de ser simpáticos, amables, escuchar los problemas de sus amigas, consolarlas, llevarlas a casa cuando no tienen dinero para el taxi e invitarles una cerveza de vez en cuando aún así obtienen cero recompensas sexuales/románticas de su parte y se sienten ofendidos al respecto. Ustedes, que asumen que todas las mujeres somos unas interesadas que sólo se fijan en el auto, el dinero o el atractivo de un hombre, eligiendo siempre al que las trata mal, al perro, al hijo de puta, en vez de a ustedes, los abnegados y dulces chicos buenos.

Entiendo que ser hombre en este mundo no es cosa fácil. Ustedes, amigos, lamentablemente han sido víctimas de este horroroso sistema patriarcal que nos domina y les enseña desde muy pequeños, directa o indirectamente, que por el simple hecho de haber nacido con un pene entre las piernas las mujeres del mundo están puestas para servirles, prestarles atención y cumplir sus deseos, con más razón aún si las han tratado de buena manera, les hacen favores, regalos o invitaciones.

Puedo comprender entonces su frustración cada vez que les toca enfrentarse a la cruda realidad de que las mujeres no somos una maquinita dispensadora de sexo y amor a su completa disposición.

Es por ello - porque de cierta forma me da lástima esa pobre ingenuidad que muchos de ustedes tienen - que quiero utilizar este espacio para enunciarles todo lo que está mal con su posición y por qué, al querer encerrarse en esta etiqueta de “chico bueno que merece más que el friendzone”, sólo están dejando en claro el misoginista y cochino complejo de superioridad que vive dentro de sus corazoncitos faltos de cariño, detalle que, de decidir mantener y exaltar, sólo conseguirá dejarles con aún menos vida sexual/amorosa de la que ya tienen.

Para hacer la explicación más sencilla he decidido dividirla en varios puntos, así que empecemos por lo primero.

1) El sexo/amor no es un derecho. Nadie se lo debe a nadie.

Ni las mujeres, ni nadie en realidad, está puesto en este mundo para darle placer, amor y cariño a quién sea sólo porque este otro lo desea. Una relación, tanto sexual como amorosa, se basa y debe basarse principalmente en la atracción mutua - no debería ser necesario recalcar que cuando hablo de atracción no me refiero sólo a lo físico, pero como uno nunca sabe quién y cómo lo leen... - y este detalle no cambia así se trate de un one night stand, o de un matrimonio hasta que la muerte los separe.

2) ¿Qué les hicieron que ahora le tienen tanto trauma a una amistad?


Tener amigos es algo muy lindo. Tener a alguien que te apoya y a quien apoyas, que te quiere y a quien quieres, alguien con quien pasar el rato, alguien que está ahí cuando lo necesitas, todas esas cosas son en verdad muy bonitas.

Una buena y real amistad es difícil de conseguir, pero eso sólo la hace aún más valiosa. Tener amigos es divertido. Tener amigos del sexo opuesto le agrega además una perspectiva distinta a la relación. Entonces ¿Por qué es tan terrible que una mujer quiera tenerte en su grupo de amigos - en y fuera de Facebook? A menos que ella esté buscando una relación tóxica y unilateral, no veo de verdad por qué el “friendzone” es visto como el infierno.

3) “Todas las mujeres son iguales, sólo les importa el dinero/atractivo físico. Malditas putas superficiales.”


Como esta afirmación es un poco más compleja prefiero analizarla por partes así que:

                         3.1) “Todas las mujeres son iguales, sólo les importa el dinero/atractivo físico”

Al afirmar esto asumes que todas las mujeres piensan, actúan y reaccionan de la misma manera. Al hacer eso estás generalizando. Al generalizar de tal manera estás objetificando. Al objetificar estás siendo sexista.

Mientras no aceptes que las mujeres somos individuos totalmente distintos entre sí - al igual que tú y el supuesto “perro hijo de puta” por el que te dejan siempre -, que todas tenemos deseos, creencias, puntos de vista, reacciones y opiniones distintas, mientras no entiendas que no existe una fórmula mágica y universal para atraparlas a todas - por dios, ni que fuéramos pokemones - el mayor perjudicado aquí serás tú.

Si nos vamos además por el lado de la atracción: No es nada atractivo toparte con alguien que te etiquete y juzgue sin conocerte.

                         3.2) “...Malditas putas superficiales”

Aquí no sólo estás generalizando y siendo sexista, sino que estás insultando. A nadie le gusta que lo insulten. Mientras más nos insultes menores son tus posibilidades de conseguir que alguna te desee.

4) “La invité a salir, le dije que la amaba y aún así no quiso estar conmigo sino con ese perro”.

Volvemos al punto número 1.

A veces la gente no se siente atraída hacia ti, esto ocurre seas un chico bueno o una súper modelo. A veces la gente no va a querer salir contigo, por la razón que sea. El caso es que nadie en este mundo, ni tu mamá, están obligados a quererte. Créeme, de ser así ayer habría llegado a mi departamento para encontrarme a Ryan Gosling a lo nyotaimori como regalo de San Valentin, a pesar de que le dije mil veces que ese día me da lata pero es que me ama tanto que no se pudo resistir a la idea de hacerme feliz.

5) La confianza es atractiva, los quejones no.

En este punto quiero entrar al mismo juego de la atracción sexual y su importancia. Es terrible, y lo digo por experiencia, estar con alguien que sólo vive para quejarse y menospreciarse a sí mismo - Ustedes deberían saberlo, ya que siempre reclaman por esas mujeres que sólo andan por ahí pescando cumplidos y preguntando qué tan gordas y feas se ven en ese vestido - por lo que sus constantes lloriqueos y muros de Facebook llenos de este tipo de memes la verdad es que no les van a hacer muchos favores.

6) Para terminar, un par de preguntas importantes, y las que parecen faltar en la mente de la gran mayoría de esos chicos buenos que andan por ahí lloriqueando: 


                            - ¿Estás seguro que ella sabe lo que sientes?

O sea, el hecho de que la hayas llevado a su casa aquella vez que estaba muy borracha o que le hayas dicho que ese corte de pelo nuevo le queda muy bien no es precisamente una declaración de amor a los cuatro vientos. Como alguien que se ha visto envuelta en más “citas-que creía que eran salidas inocentes con un amigo-y resulta que en verdad no porque estamos solos y quiso pagar todo e intentó darme un beso al despedirse” de las que desearía, te reitero, querido: Sé claro con lo que quieres y ve por ello.
                           - ¿De verdad eres tan bueno como crees?

A todos nos hace falta algo de instropección y self awareness de vez en cuando, y si resulta que TOOODAS las mujeres huyen de ti y NAAAADIE quiere tener algo contigo, no sería quizás mala idea autoexaminarte e indagar a ver si no es que eres tú quién está haciendo algo mal, y que la culpa no sea tanto de ellas, sino tuya.

De verdad, nueve de cada diez “chicos buenos” con los que me he topado en la vida han resultado no ser en verdad tan buenos como ellos piensan.

Es así como terminamos con este llamado a la reflexión, espero les sirva a quienes se sientan identificados y hagan, en este nuevo año que ya va adelantado, un verdadero esfuerzo por salir de la friendzone y no volver.
1.04.2013

Cuentos de Hadas y Muertes Anunciadas


No recuerdo jamás haber estado a favor de la pena de muerte, básicamente porque considero a la muerte no como un castigo, sino como algo que ocurre naturalmente, y el imponérsela a una persona, por más mal que haya hecho, es para mí el equivalente a un “get out of jail free card”. En algún momento esa persona se tenía que morir, y en vez de castigarlo adecuadamente, al darle la pena de muerte le estamos ahorrando todo el trabajo de arrepentirse o al menos pagar por lo que hizo dándole un buen descanso.

Sin embargo, este es un tema complicado, y así como cualquier otro, las opiniones al respecto están en gran parte condicionadas por la realidad que conoces.

En Venezuela la pena máxima es de 30 años. No importa lo que hagas, no importa a quién, cuántos, ni de qué manera los mates, lo más que conseguirás en la cárcel serán 30 años. Eso, por supuesto, suponiendo que de verdad te atrapen y te encarcelen, lo cual es tan raro que la idea hasta da risa: En los últimos 14 años sólo unas quince mil personas han sido procesadas por homicidio, un chiste, considerando que en ese tiempo han ocurrido 155mil asesinatos en el país.

Asumiendo entonces que tengas la suerte de terminar en la cárcel por ese crimen que cometiste, si tienes el suficiente dinero o conexiones sólo será necesario sobornar a unos cuantos para zafarte de la pena. Si esto no es posible siempre puedes escaparte y si aún así no triunfas en ello, no te preocupes, que con la suficiente astucia y si no te molesta mucho el hacinamiento, conseguirás vivir mejor dentro de la cárcel que fuera de ella, pudiendo obtener un buen dinerito del tráfico de armas y drogas desde ella, lo cual te permitirá mantenerte tranquilo hasta que consigas salir.

Con tanta impunidad allá afuera, no es difícil entender por qué son tantos los venezolanos que fantasean con la muerte como castigo.

Es por eso que entiendo a todos aquellos que veo por ahí esperando ansiosamente la muerte de Chávez.

Sin embargo, este caso es mucho más complejo que el de una persona “recibiendo lo que se merece”.

Si bien a mí personalmente no me apena en lo absoluto su situación, tampoco es algo que me alegra. Cuando digo que no me parece bien sentirse feliz por lo que parece la inminente muerte de Chávez no lo digo sólo por una cuestión moral de no ver como correcto el desearle mal a otro. Lo digo por lo que siento que le espera a mi país si ello llega a ocurrir.

Si Chávez muere el chavismo deja de existir. Todos sabemos muy bien que sin su omnipotente líder este no es nada más que un gran y frágil castillo de papel.

Si Chávez muere cada uno de sus fieles seguidores quedará sin su comandante, su líder y más importante aún, sin su sustento.

Cuando Chávez muera Nicolás Maduro y Diosdado Cabello no van a importar en nada. No me extrañaría siquiera que entre ellos mismos comenzaran una pelea infantil alimentada por celos y malcriadeces.


El comandante se preocupó lo suficiente durante su vida y su mandato para dejar claro que él es el que manda y que sin él no hay revolución. Que haya nombrado a otro como su sucesor no interesa porque nadie tiene ni tendrá el poder que tiene Chávez, porque nadie sabe enamorar a las masas como él lo hace y simplemente nadie, ni siquiera sus más fieles discípulos, serán  capaces de ocupar ese espacio vacío en el corazón del pueblo.


De más está decir que al socialismo le encantan los mártires y que Chávez será uno de ellos una vez que muera; una figura mítica y precursora del cambio de esas que también nos encantan a los venezolanos, pero eso no es lo que preocupa. Lo que preocupa es que una vez que ese hombre dé su último aliento - si es que no lo ha dado ya - cada uno de sus fieles luchará con todo lo que puede por obtener al menos un pedacito de ese trono y es ahí cuando empezarán los verdaderos problemas.

Entre tanto chavista mantenido no serán pocos los que salgan corriendo en busca de otra cartera de la cual chupar, y serán muchos más los que sacarán los cuchillos y empezarán a lanzar puñaladas a diestra y siniestra, porque todos estamos claros que entre tanto amor profeso al comandante lo que más hay son unas ganas enormes de arrimarse al poder y la riqueza que este arrastró.

No quiero ponerme de alarmista y espero en verdad equivocarme respecto a todo esto, pero el presentimiento de que lo que vendrá en caso de que muera Chávez será un baño de sangre - figurativo, espero - no lo tengo sólo yo.

Y no, de nada vale esperar a que en medio de esa guerra intenverga equis “organismo internacional” a salvarnos, porque es precisamente esa mentalidad de andar esperando al mesías todopoderoso que viene a arreglar todo por nosotros y llevarnos en brazos hasta la felicidad y la prosperidad lo que ha metido ha Venezuela en todo este enredo.

A veces siento que mi país es como ese estereotipo horrible de la mujer ilusa que creció viendo demasiadas películas de Disney. Aquella que pasa su vida esperando al caballero en armadura y caballo blanco que venga a arreglar todos sus problemas y la lleve a vivir feliz para siempre.

Yo, que conozco a mi país, sé que este merece mucho más que cuentos de hadas que no se cumplen.

12.05.2012

Party Poopers Afuera



La primera vez que fui a un concierto estaba a pocos días de cumplir doce años. Los Backstreet Boys llegaban por primera vez a Venezuela y por algún milagro divino de los dioses del pop también a Maracaibo, mi ciudad. Yo, que veía el Top 10 de MTV todos los días para asegurarme que mis ídolos todavía seguían entre los primeros lugares, y se lo tomaba como una ofensa personal cuando no, tenía todos sus discos y un par de cassettes, me sabía las coreografías, quería casarme con Nick Carter y engañarlo con A.J., obviamente no me lo iba a perder.

Así que ahí estaba yo ese día, en medio de miles de niñas gritonas, cuando salieron al escenario y todas empezamos a saltar, cantar y llorar como si no hubiese mañana, y en medio de todo ese caos recuerdo haber pensado en lo increíble que se sentía absorber la energía de toda esa gente a mi alrededor, como de alguna manera y aunque no nos conocíamos, todos estábamos unidos mirando a un mismo lado, cantando una misma canción, bailando, sintiendo la misma emoción y amor por la música...

Han pasado más de diez años desde ese concierto y he ido a montones más, pero todavía hoy puedo decir con toda la confianza que una de las cosas que más me llena es ver a una banda en vivo.

Y es que no importa si es Morrissey o Al Cruzar la Calle, si son setenta mil personas las que te acompañan o no pasan de cincuenta, cuando lo que estás escuchando de verdad te gusta lo único importante es ese momento.

Mi mamá no se explica por qué me gusta tanto un concierto, con un montón de gente que te empuja, huele a sudor, te echa el humo del cigarro en la cara, te pisa y te grita en el oído. Quizás si lo ves desde ese punto no tenga mucho sentido la cosa, pero lo que siempre le digo es que no se trata de ello, se trata del hecho de que esa gente que te empuja, te pisa, te grita y te ahoga con su cigarro está ahí por el mismo motivo que tú, para durante hora y media sentir lo mismo que tú estás sintiendo, moverse al mismo ritmo y cantar las mismas palabras.

Se trata de que en ese momento en que esa gente que fuiste a ver se monta al escenario y empieza con lo suyo sientes, o al menos yo siento, que eres parte de algo muchísimo más grande, que aunque nunca llegues a estar de acuerdo o siquiera conocer a los que te rodean, durante ese instante lo que los divide no importa.

Se trata de ese escalofrío que te recorre la espalda cuando escuchas la canción que más te gusta ser tocada en vivo, de las improvisaciones y hasta los errores que puedan haber en esa versión que ahora escuchas, de la emoción que sientes al cantar lo mismo que los que están en el escenario, al mismo tiempo y con la misma intención. Se trata de lo real que la gente en esa tarima se siente ahora que están frente a ti, que te están hablando y, literalmente, tocando para ti. Se trata de ese punto en el que comprendes que aquella canción que tanto escuchaste en tu iPod o en la radio fue hecha e interpretada por alguien de carne y hueso, alguien que respira, come y caga y que en este momento está parado a metros de ti.

Me disculpan, pero nada suena tan bien como cuando suena en vivo, saliendo de la boca y los instrumentos de alguien a quien puedes ver en tres dimensiones.

En Venezuela hay un número asombrosamente bajo de conciertos al año, al menos de gente que no sea Olga Tañón o Chayanne, así que asistir a uno es para cada quien una ocasión tremendamente especial. En mi caso, cuando vivía allá ir a un concierto implicaba viajar diez horas hasta Caracas o alguna ciudad cercana, gastar todo el dinero que ese viaje conllevaba además de la entrada al show, dormir arrimada en casa de algún amigo lo suficientemente amable como para prestarme su cama y, cuando empecé a trabajar, hacer el viaje de regreso durante toda la noche para a las 9 de la mañana estar sentadita en mi oficina como si nada hubiese pasado. Aún así lo hice cada vez que pude.

En Santiago la cosa es completamente distinta. Desde que llegué no ha pasado un mes en el que no haya ido a al menos un par de shows, grandes o pequeños, de bandas locales o artistas mega internacionales, no hay discriminación - En Maracaibo hasta los recitales de bandas locales eran escasos - y aunque eso implica que hoy soy más pobre que nunca, no podría ser más feliz tampoco.

No sé si en verdad tenga algo que ver, pero a veces siento que el haber crecido extrañando todo esto me ha hecho apreciarlo de una manera totalmente distinta ahora que lo tengo. Para mí ir a un recital sigue siendo algo sumamente especial y que espero con emoción. El sólo hecho de estar ahí se siente  como un privilegio, porque la banda/artista que estoy viendo ha trabajado mucho para llegar a este punto y aquel que está entre el público ha pagado, o al menos ha brindado su tiempo para apreciarlo.

Escribo todo esto porque a veces siento que el público chileno está malcriado. Aquí un concierto se transforma en muchos casos en un evento social, al que vas simplemente porque es chévere que te vean ahí y que cuentes que fuiste, porque esas fotos que estás subiendo en Instagram seguro van a tener muchos likes y publicar que viste a XXXX en tu blog y redes sociales te dará un montón de cool factor, "MIRA LO MELÓMANO QUE SOY JIJI".

Recuerdo haber estado viendo a Mogwai y escuchar cómo el tipo de atrás jugaba en su celular sin siquiera tener la decencia de apagar el sonido, cuando tocaba Best Coast y se escuchaba entre pausas un murmullo colectivo de gente comentando los tragos o planeando si se quedaban para la fiesta post show o se iban a otro lado, o más recientemente, mientras tocaba Pulp en el Primavera Fauna, mis amigos y yo a punto de agarrarnos con una tipa que no sólo habló gritando a todo pulmón durante varias canciones, sino que además nos mandó a irnos nosotros a otro lado si no la queríamos escuchar cuando le pedimos que bajara la voz.

En esta época en la que todo se graba, se fotografía y se tweetea, parece que se nos olvidó lo verdaderamente importante, que es estar ahí en el momento, viviéndolo y absorbiéndolo. Se nos olvidó la experiencia, se nos perdió en medio del faranduleo y el "yo estuve ahí", uno que no sirve de nada porque al momento de contar qué tal te pareció el show resulta que ni te acuerdas porque andabas más ocupado de tomarte fotos y contarle al de al lado lo que hiciste ayer.

Sería tonto e incorrecto de mi parte pedir que todos sientan la misma emoción que yo al asistir a un show. Sí, hay gente que va a conciertos nada más porque lo invitaron, porque no tenía nada mejor que hacer o porque le gusta una canción de la banda y le dieron ganas de ir a ver qué tal el resto de su material, todo ello es perfectamente aceptable y comprensible, mas así como no te sientas en la sala de cine a hablar por teléfono - O NO DEBERÍAS - ni entras a un funeral vestido como bola disco y contando chistes, por favor, por mínimo respeto a los que están en el público y el escenario, deja el cuento de la que te hizo tu ex para más tarde, o pon tu celular en silencio y vete al rincón a jugar tranquilo, sin molestarnos a nosotros que sí estamos ahí para aprovechar lo que está ocurriendo.

Esta es una petición no sólo mía, sino de todos esos fanáticos intensos que nos tomamos estas cosas a pecho porque vivimos para ellas, ya que así no estés ahí por las mismas razones que nosotros, nadie te dio derecho a aguarnos la fiesta.


10.07.2012

El camino sigue ahí


Por 20 años de mi vida viví en Venezuela, y en ningún momento de los 23 que llevo encima me he avergonzado de ello. Todo lo que soy hoy se lo debo a Venezuela, hogar de las personas que más amo y he amado.

A mí no me digan, entonces, que con Chávez mi país tiene lo que se merece.

Nadie merece vivir con miedo, nadie merece a un ladrón que se robe el fruto de su trabajo y su sustento para regalárselo a sus amigotes que nada hicieron para obtenerlo excepto aplaudir y asentir cuando se les exigió. Nadie merece que lo insulten, que lo denigren, que lo ignoren, simplemente por no pensar como el que tiene más poder. Nadie merece que lo echen de su país, que lo alejen de su familia, que le quiten la esperanza y llenen lo que le rodea del más puro odio, resentimiento e intolerancia. Nadie merece vivir en la calle, ni que le prometan cosas que jamás se van a cumplir, nadie merece que le mientan ni mucho menos que lo tomen por idiota y ciertamente, mi país no merece nada de eso.

Sí, 54% de Venezuela votó por seis años más de un gobierno que se ha vuelto intolerable para el resto. Las razones por las que lo hicieron las desconozco, y sé que aún si las conociera no las entendería, porque por más que busco en mi vida la objetividad, habiendo conocido a fondo y desde todos los ángulos la Venezuela de Chávez no hay manera alguna de que pueda apoyarle.

En mi país hay millones de problemas y, no sé si será un mal latinoamericano, si viene desde la Cuarta República o si es que se lo trajo este señor consigo, pero el caso es que uno de ellos es esa mala costumbre de ver al político como el responsable del cambio, sin entender que un político es un empleado público, elegido para desempeñar una tarea: La de llevar un país hacia adelante. El político no es un mesías bajado del cielo que vino a hacernos el favor de salvarnos. El político no es el camino, y ni siquiera creo que merezca ser llamado el guía.

Muchos me criticaron por este comentario:

¿Qué hace a esa gente que idolatra, sigue, besa y se arrodilla ante Capriles por verlo como el salvador de la patria distinta de un chavista? Nada, el color de la franela solamente. 

El día que en Venezuela entendamos que el político no es dios, ni un novio, sino un empleado al que hay que exigírsele buenos resultados como a cualquier otro, es que vamos a salir de este hueco en el que estamos.
Pero hoy más que nunca me mantengo firme ante lo que dije ¿Por qué? Porque desde el momento en que fueron anunciados los resultados a estas elecciones la desesperanza pareció apropiarse de todos aquellos que horas antes estaban llenos de fe.

En medio de su odio y su despecho se les olvidó notar que seis millones de personas apostaron por un cambio, seis millones que hace seis años no existían.

A ellos solamente les digo esto, porque se hace tarde y la tristeza que siento por mi país y mis 28 millones de compatriotas - Sí, incluso por los que dejaron de votar y los que votaron por Chávez, nadie necesita más odio - me hace difícil hasta seguir escribiendo:

El camino sigue ahí. El camino no es un hombre. El camino ni siquiera tiene por qué ser la mayoría. Dense cuenta de eso y si de verdad quieren algo, acuérdense que ahora hay una rendija abierta en el futuro de Venezuela, sólo falta que quienes quieran meterse a través de ella lo hagan, porque el camino lo trazamos todos.

10.02.2012

Yo no te voy a decir que votes


Yo no te voy a decir que votes porque estoy segura que ya mucha más gente de la necesaria te lo ha dicho.

No te voy a decir que votes porque con qué moral, si yo en mi vida sólo he votado una vez y he dejado pasar mil elecciones más, para mil cargos y aún más resoluciones.

Yo no te voy a decir que votes no porque no quiera que lo hagas, sino porque tampoco creo que deberías dejar de hacerlo.

La verdad es que a mí poco me interesa por quién votes, o por quién dejes de votar, porque a fin de cuentas yo soy la primera que se niega a acercarse a una urna a menos que piense que su voto va a servir para algo.

Así es, yo no voto. Sólo lo he hecho una vez, y aunque estoy segura que por quien voté no va a salvar el mundo, lo hice sólo porque no me hace sentir que mi decisión se irá a la basura. Entonces ¿Cómo te voy a decir que votes?

No voto porque soy de la firme creencia de que ningún político es la salvación, ninguno es el mesías, yo no creo ni en santos ni en milagros. Mucho menos creo en políticos.



No voto porque no me quedo con ese cuento de "mejor el malo que el peor". Porque cuando gane el malo en vez del peor y llegue a cagarlo todo de igual manera, yo quiero al menos contar con la satisfacción de que no fui de los que le dio permiso y poder suficiente para dejar las cosas como las dejó.

Yo, María Virginia Parra, simplemente no te voy a decir que votes porque al final el que decide si sale de la cama ese domingo, se aguanta la resaca del día anterior y se para en una cola a pasar sol para hacerlo eres tú. Tú y nadie más.





Tú eliges a tu candidato. Tú eliges a tu presidente, o no lo eliges, si por alguna razón no te da la gana y prefieres quedarte echado en casa viendo películas. Te diga lo que yo te diga eso no va a cambiar, y mi punto no es ese, mi punto es que tú tienes el derecho a elegir, pero antes de hacerlo, como con cualquier decisión, detente un momento a pensar en el por qué y el para qué de lo que escogerás hacer.

Siéntate un rato y mira a tu alrededor, porque eres venezolano y has vivido en ese país, y has visto lo mismo que otros 28 millones de personas durante trece años - cada uno desde su propia perspectiva, obvio - hemos visto y hemos vivido. Y eso no es cualquier cosa.

Tú sabes la realidad en la que estás, y si bien ninguno de nosotros es adivino no es difícil imaginar lo que se viene para nuestro futuro el día después del 7 de octubre, gane quien gane, pierda quien pierda.

Piensa entonces, qué clase de mañana quieres. Qué clase de vida deseas.

Si quieres cambio o te gustan las cosas como están, si te aburriste o estás cómodo así. Decide tú qué expectativas tienes y quién será más capaz de cumplirlas.

Porque la decisión es tuya, y el voto es tuyo, y aunque yo no te voy a decir que votes, pase lo que pase y escojas lo que escojas el poder está en tus manos.

No en las mías, ni en las del vecino, ni en las de tu mamá.

En las tuyas.

Sólo te digo que el destino no existe y que cada quien traza su camino, cada uno de nosotros es responsable de asumir lo suyo, y no hay cosa peor en la vida que dejar que otro decida por uno.

Así que sí, no te estoy diciendo que votes, te estoy diciendo que pongas tu cabecita a trabajar no más, que veas todas tus opciones, las analices fríamente como lo harías si fueses a decidir cualquier otra cosa que sólo te concierne a ti, y elijas muy tranquila y calculadamente lo que harás con la oportunidad que se te está dando. Porque una como esta no vendrá en mucho tiempo más.




7.30.2012

Soy puta



Así mismo. Soy puta.


O eso es lo que dice el mundo, lo que dicen los hombres, lo que dicen las mujeres, mis amigos, mis papás, mis hermanas, mis compañeros de trabajo, mis vecinos, los políticos, los religiosos, los ateos, y aparentemente todo aquel que tenga voz.


Soy puta porque decidí tener sexo antes del matrimonio. Porque creo en este sin amor ni compromiso y porque sé lo increíble que puede ser cuando sí está ese amor de fondo. Porque he usado toda variedad de anticonceptivos y, muy estúpidamente, he dejado de usarlos una que otra vez. 


Soy puta porque he dormido en la misma cama que un hombre, porque me gusta estar desnuda, porque uso bikini, minifaldas, escotes y tacones, porque a veces me pinto las uñas de rojo y mi cabello tiene mucho volumen, porque me gusta comprar y usar ropa interior bonita, porque me he masturbado, he tenido relaciones serias, otras no tan serias y algunas que ni siquiera merecen ser llamadas relaciones.


Soy puta porque tomo, porque fumo, digo malas palabras, grito, bailo y salto cuando se me antoja, me he emborrachado unas cuantas veces y hasta he bailado sobre la mesa de una discoteca.


Soy puta porque creo en el derecho de una mujer a elegir si quiere tener hijos o no, porque creo que sólo ella tiene el poder de decidir si abortar o dar a luz, poner a un niño en adopción o criarlo. Porque para mí el concepto de "familia" engloba muchísimo más que un papá y una mamá unidos en matrimonio con un par de hijos, y me parece horrendo que a estas alturas de la vida muchos quieran seguirlo limitando a esto. Soy puta porque ni siquiera estoy segura si creo en el matrimonio, su supuesta santidad y el amor eterno.


Soy puta porque en vez de casarme y empezar a tener hijos al recién salir de la universidad decidí irme sola a conocer el mundo. Porque creo en el divorcio, porque no estoy segura si quiero tener niños o un esposo, porque elijo seguir mis propias metas por mí misma, antes de concentrarme en adaptarme a las de otros o tan siquiera incluirlos en las mías. Soy puta porque estoy segura de que un hombre y una familia no es lo único que valida el éxito de una mujer en la vida, porque no estoy buscando novio, ni mucho menos esposo, porque me gusta estar sola - aunque a veces extrañe el estar acompañada.


Me gusta bailar, así que soy puta, me gusta salir de noche y amanecer, o sea que soy puta. Si alguien me atrae no tengo problema en coquetearle o devolverle una sonrisa. Si alguien no me atrae tampoco tengo problema en demostrarlo. Creo fielmente en la amistad entre un hombre y una mujer y de hecho, la mayoría de mis amigos cercanos son hombres bien heterosexuales.


Acepto sin ningún problema la homosexualidad y la experimentación. Creo que una mujer tiene tanto derecho como un hombre a tener todas las parejas que quiera, en el período de tiempo que desee, siempre y cuando sea tan responsable al respecto como un hombre debe serlo, y porque aunque no apoyo la infidelidad, acepto que esta existe y siento que, en algunos casos y bajo ciertas circunstancias puede ser perdonada. Por tanto, sigo siendo tremenda puta. 


Tengo mis opiniones muy claras y no me asusta expresarlas. No me da pena defenderme a mí misma o defender a otros. Soy feminista. Soy sincera y me gusta serlo, tanto conmigo misma como con los demás. Soy segura de mí misma, sé de lo que soy capaz, conozco mis cualidades y aún más mis defectos, no me avergüenzo de nada, mucho menos de mí misma. No me defino por la persona con la que estoy o con la que estuve, y si bien no siempre estoy 100% segura de quién soy, sé muy bien que la respuesta a esa pregunta no me la va a dar nadie más que quien escribió este post. Entonces, debo ser puta.


Así dicen y así me han dicho desde que me empezaron a salir tetas y desde que empecé a dirigirle la palabra a miembros del sexo opuesto. Así nos han dicho a todas, hagamos lo que hagamos, vistamos lo que vistamos, digamos lo que digamos. Porque para el mundo en el que vivimos todas las mujeres somos putas, sin excepción, y no hay nada que podamos hacer para refutarlo.

5.21.2012

Entiendo que estéis enojados, pero...


... ¡mejor miremos a este gatito!


Ahora, hablando en serio y de vuelta al tema.

Yael Farache es la chica detrás del blog Acapulco70. Si bien no siempre estoy de acuerdo con ella este se ha ido convirtiendo en uno de esos blogs que no me puedo perder.

Yael tiene opiniones bastante fuertes, capaces de generar en varios casos una gran controversia, como lo que escribe respecto al 15M o la política en general.

Pero este post no se trata de ella, ni de su blog. Se trata más bien de una, podríamos llamarlo epifanía, que me llegó al leer uno de sus artículos.

En "Entiendo Que Estéis Indignados..." Yael explica su posición ante las protestas, un tema bastante recurrente en su blog, pero a lo que yo quiero llegar es a este fragmento en específico:


Las manifestaciones pueden ser un juego de “si no fuera por ti”. El que protesta usa la manifestación para depositar la culpa de su situación en el otro. La manifestación es una forma de exorcisarse de la responsabilidad de conducir la propia vida. Cuando un manifestante le dice al gobierno: “por tu culpa no tengo un empleo”, o a la compañía de electricidad: “por tu culpa no me alcanza el dinero”, o a los bancos: “por tu culpa me quedé sin casa”, lo que el manifestante no se dice a sí mismo es: “la culpa de esto no es mía, y por lo tanto no es mi responsabilidad resolver el problema, soy libre de quedarme en donde estoy”.

Cuando vas a protestar estás haciendo algo que va en contra de tu propio interés. Le estás dando más poder al que esta en el poder, no por la reacción de quienes están a favor, sino porque basicamente le estás diciendo al gobierno que ellos son los responsables, que abdicas de tu libertad y depositas en ellos la responsabilidad de gestionar tu vida, que no estás en capacidad de resolver las cosas por tu cuenta. Así reafirmas que el gobierno de turno es el poderoso y tú eres solo una víctima de las circunstancias cuando eso no es así.

La realidad es que “¡Indignaos!” no es una invitación a la acción, no te invita a actuar. Es más bien una invitación a la pasividad. A delegar el mando, a dejar la solución de los problemas que te afectan en manos de otro, pero sin sentirte culpable porque de cara a ti mismo y a la gente tú estás indignado. Enmascaras la pasividad (lo que no se dice) con la protesta (lo que se dice).
Ella se refiere mucho, no sólo en este sino en sus demás artículos y hasta en su "filosofía de vida", por llamarla de alguna manera, a esta costumbre humana de delegar las responsabilidades y objetivos de nuestras propias vidas en otros: El banco, el gobierno, el jefe, los padres, la pareja, la ciudad en la que vivimos. Según Yael, nos hemos malacostumbrado a protestar y pelear ante todas estas entidades porque las cosas no salen como nosotros queremos que salgan.

Los de Occupy WallStreet protestan ante el 1% porque están endeudados, los estudiantes chilenos protestan ante el gobierno por no poder costear la universidad y los venezolanos protestan ante Chávez por la inseguridad, la inflación, el desempleo y pare de contar.

Todos protestamos y peleamos para que alguien más resuelva nuestros problemas, pero se nos olvida que la resolución de estos empieza por nosotros.

Yael hace sus llamados de acción a dejar de echarle la culpa a otro y empezar el cambio por nuestra cuenta, que dejemos de pensar que la universidad nos va a resolver la vida, que vivamos una vida simple, qué sé yo que otra cosa. Con algunas de estas ideas estoy de acuerdo, con otras no tanto, pero el caso es que cada vez que leía algo al respecto una vocecita en mi cabeza decía "todo muy bien, pero ¿qué hace un venezolano común y corriente, de cualquier clase social y cualquier ciudad, para resolver todo el tema de la delincuencia? ¿Qué otra opción aparte de protestar al gobierno para que haga su trabajo y resuelva eso tienes?". Por muchísimo tiempo se me escapó la respuesta.

Ciudades de violencia, más que de despedidas


Una de las cosas que más me molestó de todo el temita de "Caracas, Ciudad de Despedidas" no fue el documental en sí, ni siquiera sus protagonistas, sino la reacción desmedida que se desató en contra de este. Lo admito, yo también lo detesté, critiqué lo que dijeron en él, me reí de los memes y usé el #meiríademasiado, pero una cosa es reírte y hacer chiste un rato y otra es hacer esta clase de exclamaciones:





Y ojo, que estas reacciones no salen únicamente por un video bobo en Youtube. 

Por este mismo lado van las opiniones de varios respecto a la situación de  los reclusos en La Planta:




Y hasta a algo tan trivial e inocente como un insecto lo tratamos de tal manera:


Y entonces hablamos de la violencia en Venezuela, de lo corrompida que está la sociedad, de lo cruel que es la gente... Ya, estamos claros que despotricar por Twitter no es lo mismo que apuntarle a la cara a alguien con una pistola, pero las palabras también afectan, el abuso verbal también es violencia, y sino ¿Qué me dicen del bullying cuya discusión está ahora tan de moda?

¿Por qué exigimos paz si nosotros mismos somos incapaces de procurarla? 

Imagina un niño que crece en una casa donde toda su familia reacciona ante sus rabietas y quienes le disgustan deseando muerte, violación y tortura al culpable. Un niño a quien su papá le enseña que está bien gritarle e invocarle cualquier clase de sufrimientos al que lo contrarie o le moleste ¿Qué le espera a ese niño en su vida si crece alrededor de tanta violencia? Creo que quienes hemos vivido en Venezuela sabemos muy bien la respuesta: La encontramos en la calle todos los días y a cualquier hora, la vemos en las páginas de "Sucesos" de los periódicos y fácilmente nos la topamos cara a cara, con arma en mano y un grito de "¡Quieto!" una madrugada desprevenida. 

Vivimos reclamándole al gobierno que se encargue de resolver nuestros problemas. Nos quejamos de su ineficiencia por atender toda clase de situaciones como la de las cárceles de La Planta o El Rodeo, por no querer hacer nada excepto echarle la culpa a otro más de los miles de asesinatos anuales en el país, nos alzamos, reclamamos, los artistas se indignan y organizan un concierto, creamos hashtags para demandar atención, pero resulta que a la hora de la verdad nosotros no somos mejores que ellos. 

Así como Iris Varela le responde con la misma grosería que usa quien se decide a insultarla por Twitter, así reaccionamos nosotros ante el más mínimo estímulo, para cinco minutos después demandar un cese a la violencia.

Ahora por fin entiendo lo que Yael quiere decir. 

La verdad es que, a expensas de sonar como frase inspiracional de Tumblr, no podemos exigir cambio si nosotros mismos somos parte del problema.

La próxima vez que alguien te ofenda y tu primer instinto sea llenar 140 caracteres de odio, morbosidades y deseos de muerte, piensa un poco antes de apretar Send, no querrás rebajarte al mismo nivel de aquellos de quienes tanto te quejas. 

4.15.2012

La importancia de lo que se esconde




No me gusta hablar ni mucho menos escribir sobre política. Podría sonar contradictorio considerando que soy periodista y además nací y crecí en un país donde de alguna manera la política siempre encuentra la forma de filtrarse en cualquier conversación, pero es así. Mis reservas hacia tratar este tipo de temas tienen que ver con esa saturación que viví en Venezuela, llega un punto en el que simplemente te hartas de escuchar y hablar sobre las mismas peroratas y, en mi caso, decides que contribuirás lo menos posible a continuar incluyéndolas en el día a día. Se dan además porque este, por alguna razón que desconozco, nunca ha sido uno de mis temas fundamentales de interés y si bien acepto la importancia de mantenerse informado al respecto, siempre he pensado que no sé lo suficiente como para extenderme a hablar de ello, por lo que prefiero en muchos casos quedarme callada y limitarme a escuchar – cosa que creo que la mayoría de quienes viven en Venezuela y se la mantienen hablando de política también deberían hacer.

Sin embargo, algo muy claro para mí es que si tengo algo que decir, lo digo y precisamente para eso creé este blog.

Hugo, el alemán izquierdista

Cuando cumplí quince años pedí como regalo un viaje en vez de fiesta. Mis destinos elegidos fueron la Isla de Margarita en Venezuela, Cartagena y Santa Marta en Colombia. En Santa Marta conocí a un chico llamado Hugo, él me llevaba unos dos o tres años y era alemán, estaba de intercambio en Colombia y la familia con la que se quedaba lo llevó allá en unas vacaciones. Mi relación con Hugo pasó de un crush infantil a una amistad cargada de discusiones interesantes, seguimos en contacto por varios años y recuerdo en especial una conversación...

Un día, como todo extranjero ante un venezolano haría, desde su cómodo apartamento en Berlín Hugo me preguntó por Chávez. Yo le respondí con toda la sinceridad del mundo y le expliqué claramente no sólo mi experiencia, sino también mi desacuerdo con su manera de gobernar. Él, en pocas palabras, me respondió que, conociéndome, no entendía cómo yo podía estar en contra de un gobierno de izquierda como el de Chávez, con el cual él no sólo estaba de acuerdo, sino que respetaba, admiraba y apoyaba como izquierdista que era. Mi indignación no fue normal y nuestra discusión duró horas, llegando al punto en el que tuve que apartarme porque eran más mis ganas de montarme en un avión hacia Berlín para escupirlo que de seguir afirmándole lo perdido que estaba y el poco derecho que tenía para opinar tan firmemente considerando que nunca había pisado Venezuela y no tenía la más mínima idea de cuál era su realidad.

Esto pasó hace unos cinco o seis años, y desde entonces se me olvida cuántas veces he tenido esta misma discusión con montones de extranjeros, en especial europeos, que se consideran de izquierda, anti capitalistas, y aplauden desde el exterior el modelo de “socialismo” que Chávez lleva doce años intentando venderle al país que gobierna y al resto del mundo.

Camila, la chilena comunista

La primera vez que escuché de Camila Vallejo quise ser su mejor amiga. Me parecía impresionante y admirable como había conseguido ponerse al frente de un movimiento tan importante como el de la lucha de los estudiantes en Chile, respeté sus ideas, sus maneras y sus peleas y me llené de orgullo al ver como esta chica le daba una cachetada al machismo latino y a todos aquellos que dicen que la juventud de hoy no hace nada más que mirar a sus celulares y compartir estupideces en Tumblr. Yo no fui la única y de eso estoy segura.



Llegando a Chile y adentrándome más en todo el tema de la educación mi cariño y respeto hacia ella se mantuvo. Todo era muy bonito, hasta que Camila visitó Cuba y me pasó exactamente lo mismo que me ocurrió con Hugo al escuchar cuán visionario le había parecido Fidel Castro, el ejemplo que este representa y como todo en Cuba está pensado para beneficiar al pueblo, algo que para ella no se compara en nada con el modelo neoliberal chileno que no responde en lo absoluto a los intereses de la mayoría.

Yo no conozco Cuba, nunca lo he pisado, no he visto jamás en primera persona cuál es su realidad, pero si me dejo llevar por los cuentos que he escuchado directamente de la boca de quienes han vivido y literalmente escapado de ese país, puedo estar segura que no es en nada el paraíso libre y sin represión que Camila describe y que Fidel no es ningún visionario ni ejemplo de lucha sino un arrogante e intolerante dictador que se esconde tras una visión retrógrada y represiva de la política.

Al otro lado de la ventana

Para mí el mundo nunca ha sido blanco y negro, sino que al contrario, cuenta con montones de matices. Nunca en mi vida me he considerado pro capitalismo, tampoco socialista, anarquista, comunista ni nada. Lo que expresaré a continuación no lo digo para ponerme de un lado o de otro, sino para contar mi experiencia respecto a algo que muchos defienden sin conocer. Una cosa es lo que uno lee en los libros, ve en la tele o saca de internet. Otra cosa muy distinta es lo que se ve en la práctica, lo real y lo tangible.

No me gustan los políticos, no creo en ellos, a algunos quizás los respete un poco más que a otros pero en mi vida jamás me he sentido identificada ni he apoyado fielmente a ninguno, sea de la posición que sea. Lo mismo me pasa con las ideologías, si bien acepto las cosas buenas que pueda tener cada una, no puedo dejar de notar y criticar sus cosas malas hasta el punto en que ninguna me parece ser el camino a la verdad o la gran solución, ni siquiera creo que se acerquen a ello, y si bien respeto las opiniones y posiciones de cada quien – siempre y cuando no lleguen al fanatismo – a mí las ideologías políticas, así como los políticos, me parecen todas una gran bola de mierda, algunos en mayor medida que otros pero mierda al fin, nada que esté dispuesta a defender con todo mi corazón.

Viví en Venezuela la mayor parte de mi vida. Recuerdo exactamente el día que Chávez ganó las elecciones y el sentimiento de esperanza que se veía entre mis papás, los adultos más cercanos a mí en aquel entonces, quienes como millones más votaron por él y confiaron en su palabra. Yo tenía diez años entonces y no sabía absolutamente nada de política, no me interesaba, no tenía idea quién era ese tipo, qué había hecho ni qué decía que iba a hacer.

Llegaron el paro petrolero y los despidos masivos, pero para mí la política seguía siendo algo muy lejano. Recuerdo que tuve unas vacaciones muy largas del colegio y que cuando regresé varios de los niños que estudiaban conmigo comentaban que quizás no volverían el año siguiente, sus papás se habían quedado sin trabajo y ya no podían pagar la matrícula, sin embargo, como toda pre adolescente egoísta lo que no me afectaba directamente a mí no era importante.

Fue pasando el tiempo y fui viendo como mis primos, tíos y papás de varios de mis amigos, quienes anteriormente vivían muy bien, no sólo se quedaron sin trabajo sino que tuvieron que intentar mantener a sus familias vendiendo galletas o recargando cartuchos de impresoras hasta que consiguieron salir del país en busca de algo mejor o montaron sus propios negocios que nada tenían que ver con el petróleo. Me di cuenta de lo comunes que se iban volviendo entre mi familia y amigos las historias de asaltos, asesinatos y secuestros hasta que eventualmente a mí me pusieron una pistola en la frente y me quitaron de todo en un bus camino a la universidad, hasta que al ex novio de una de mis mejores amigas lo mantuvieron secuestrado por mes y medio, hasta que al papá de un conocido lo asesinaron por no querer entregar su camioneta tan fácilmente. Escuché a mis papás hablando acerca de los recortes de presupuesto cada vez más grandes que se iban haciendo en las universidades donde ellos daban clases, tuve que posponer vacaciones porque el cupo de dólares no alcanzaba, ver cómo mi mesada no sólo dejó de aumentar, sino que se iba reduciendo, escuchar muchas más negativas de mis padres cuando pedía ropa nueva o dinero para un viaje, ver como las salidas a cenar todos los domingos pasaron poco a poco de un buen restaurante, a una pizza, a un shawarma por persona una vez al mes.

Vi a mis compañeros de la universidad protestando por el cierre de RCTV, supe lo que se sentía que la Guardia Nacional te lanzara botellas y bombas lacrimógenas encima, como si fueras alguna clase de terrorista, en una de esas protestas. Terminé la universidad y no conseguí trabajo, cuando lo conseguí me di cuenta que el mayor salario al que podía aspirar se acercaba mucho más a lo que mi papá gastaba cada mes en el supermercado haciendo compra para nuestra familia de cinco que a lo que necesitaba para tan siquiera soñar en independizarme. Fui al súper mercado y noté como mientras iba pasando el tiempo iban desapareciendo misteriosamente toda clase de productos, desde los six pack de pudines que me compraban para mis meriendas cuando pequeña hasta algo tan básico como la leche, el azúcar, el aceite y la súper esencial y súper venezolana Harina Pan. Todas estas cosas durante el gobierno de Chávez.

Vi sus cadenas, leí sus declaraciones y me enfurecí al descubrir cómo él y sus seguidores describían un país que en la realidad no existía, cómo ignoraban la delincuencia que nos estaba matando lentamente, cómo hablaban de una bonanza económica que nadie además de unos cuantos funcionarios corruptos percibía, cómo le echaban la culpa de todo al imperialismo y el capitalismo mientras elogiaban el modelo cubano y hablaban una y otra vez de un fulano “socialismo del siglo XXI”.

Vi cómo regalaba el principal ingreso financiero de nuestro país a Nicaragua, China, Cuba, Bolivia y quién sabe a quién más mientras todos nos íbamos haciendo más pobres y Chávez sólo se preocupaba por engañarnos con "Misiones" y ayudas inverosímiles que no hacen más que promover el facilismo que tanto nos gusta a los venezolanos: "Yo sé que tienes siete hijos y vives en un rancho en Petare, pero mira la lavadora nueva que te regalé ¿No está bonita?".

La verdad los hará libres

Yo sé lo que es vivir en el “socialismo del siglo XXI”. Lo viví durante doce años. Vi cómo cambió al país que conocía y lo convirtió en lo que es hoy.

Me impresioné cada vez que di un paso afuera de Venezuela, y más aún cuando llegué a vivir a Chile y me di cuenta cómo las cosas funcionaban. Sentí la seguridad de sacar mi celular en la calle, la comodidad de montarte en un metro o un autobús que no sólo anda como tiene que andar, sino que está en condiciones lo suficientemente buenas como para que te acomodes en él tranquilamente, caminé de noche por aceras algunas veces llenas de gente y otras bastante vacías con la seguridad de que nadie me iba a atajar por detrás con una pistola, fui al supermercado y vi productos que no había visto en años, conseguí trabajo y descubrí que el sencillo sueldo que me ofrecían para comenzar me alcanzaba para alquilar mi propio apartamento, mantenerme e incluso ahorrar un poco. 

Todo esto lo he vivido y lo he comparado con la realidad de la que vengo y debo decir que aún no salgo de mi asombro. Es verdad que no todo es perfecto y maravilloso, ni cerca, pero ciertamente es mucho mejor.

Es aquí entonces cuando digo: que fácil es apoyar a un Chávez o un Fidel desde un país donde la situación se acerca más a la que unos definirían como “primer mundo” que al subdesarrollo. Que bonito es llamarse a sí mismo socialista, anti capitalista, comunista, izquierdista o lo que sea, cuando se lee a Marx desde un iPad, con una conexión a internet mayor a los 2mbps sentado tranquilamente en una estación del metro. Que rico es decir que las medidas políticas y de inclusión social de Chávez son ejemplares cuando lees las noticias en la página de algún medio de comunicación de tu país donde puedes sacar tranquilamente tu iPhone mientras te sientas en una plaza a comerte las Pop Tarts que compraste en el súpermercado – producto que en Venezuela, cuando por casualidad llega, te cuesta el equivalente a unos 20 dólares – sin miedo de que llegue alguien a apuntarte con un arma y te deje hasta sin zapatos.

Uno no conoce la realidad de un país hasta que la ve desde adentro. Entonces a todo aquel que lea algo como esto desde su casa en Estados Unidos, en Chile o en Inglaterra, le parece que su país está jodido por el capitalismo o cualquier otra razón y piensa que soy una pobre ignorante porque el mundo está mal sin importar donde vivas, yo le digo esto: Que bueno que tengas tus opiniones, que bueno que cuestiones lo que pasa en el lugar en donde estás, que bueno que desees algo mejor de lo que tienes, excelente que te identifiques con alguna ideología y la defiendas, no pierdas eso jamás porque son pensamientos que valen oro. Es cierto que el mundo está mal, pero date cuenta de que lo que tú ves desde afuera es muy diferente a lo que vemos los que lo hemos vivido y esas ideas que ves como la solución a todos tus problemas son, en la realidad, nada más que un fraude, porque el ser humano siempre va a encontrar la manera de cagar todo en la práctica.

Antes de defender a capa y espada ese modelo/dirigente político de Venezuela, Cuba o donde sea que tan ejemplar te parece, date una buena vuelta por alguno de esos países, o al menos siéntate a hablar con gente que provenga de ellos, conoce qué tienen que decir al respecto, infórmate sobre lo que en verdad pasa y no te quedes sólo con esa imagen que estás viendo desde el exterior en tu televisor LCD.

Puede que te sorprenda cómo es en verdad la situación y cómo actúa realmente ese visionario líder que tanto dices respetar sin siquiera conocer.
El nombre es María Virginia pero se pronuncia Virginia. Soy periodista, aunque vivo más de soñar que viajo.

maviparraor@gmail.com
Santiago, Chile.
Con la tecnología de Blogger.